Mezclas de vino, bebidas y frutas.
La mezcla de vino con otras bebidas o con trozos y jugos de frutas tiene una larga trayectoria. Siempre se las preparó con la idea de que reponen energía, despiertan el apetito y calman la sed.
Se dice que los primeros ponches tuvieron su origen en Inglaterra (la palabra punch significa "cinco" en lengua indostaní) y lleva ese nombre porque cinco son los ingredientes básicos: vino (o algún aguardiente), té, azúcar, especias y frutas. En Europa lo adoptaron como símbolo de Navidad, y, por supuesto, como el frío del continente lo requiere, siempre para estas fechas se sirve caliente. En general es cremoso, dulce y para Navidad se prepara con leche, huevos, azúcar y ron,
aromatizado con vainilla y nuez moscada. La mezcla se hizo tan popular que, además de encontrar un lugar en las novelas de Agata Christie, ya existe en las góndolas un elixir similar, listo para descorchar.
En Francia adoptaron el ponche pero lo sirven caliente o frío. Las mezclas galas llevan un vino dulce como el sauternes, limón y, a veces, clavo de olor.
En Italia es común beber al paso un vinito tinto caliente perfumado con canela, pero en Roma el ponche tradicional se sirve frío y lo preparan con vino blanco o champaña, más jugo de naranja o de limón y le agregan merengue. A la hora de servirlo lleva un chorrito extra de ron o de champaña.
Siguiendo con este viaje por los ponches del mundo, el que está de moda en la actualidad es el llamado Plantador, un ponche tropical, a base de ron blanco, caña de azúcar, jugo de naranja o limón sutil y un toque de angostura.
Otro que también se bebe con frecuencia es el conocido como ponche frutal, que se sirve en Méjico para las Fiestas.
En Argentina, las raíces hispanas inclinaron la balanza hacia la sangría. Bebida que a su vez tiene origen inglés, a la que llamaban sangaree y se bebía en las Antillas inglesas y francesas a finales del siglo XVIII. Otra teoría dice que, en realidad, en Inglaterra la llaman claret cup y la preparan con vino al que le suman alguna bebida alcohólica como brandy.
En España la adoptaron por ser muy refrescante. Por allí dicen que el nombre le viene del color: rojo sangre y la alargan con agua helada, cítricos y especias. Siempre se la hace con vino tinto, aunque puede utilizarse vino blanco con el agregado de agua o soda, azúcar (poca) y frutas (naranja o limón). En algunos lugares también le ponen canela, piel de cítricos y duraznos (melocotón).
La de vino blanco va muy bien con bocados a base de quesos, como mozzarella y tomates secos o quesos de cabra y láminas de peras con almendras fileteadas.
La de vino tinto puede acompañar unas bruschetas, sándwiches, platillos con frutos de mar, tartas o algunas carnes frías.
La vuelta de tuerca argentino uruguaya es el clericó, que ya forma parte de la postal playera y es la compañía obligada de las rabas y los cornalitos fritos en los paradores veraniegos. Se lo suele preparar con una ensalada de fruta básica, a la que se le agrega vino blanco o champaña. Lo ideal es no sumarle azúcar, ya que la fruta aporta la cuota suficiente. Lo ideal es utilizar un vino blanco seco, bien fresco, y trozos de frutas sabrosas pero no muy maduras.
Sangría
Versión 1
Lavar bien 2 naranjas y cortarlas (con piel) en rodajas finas. Colocarlas en el fondo de una jarra de por lo menos un litro de capacidad. Verter una botella de vino tinto (puede usarse tempranillo, merlot, o —si la prefiere más especiada— un syrah sin madera). Agregar el jugo de una naranja y de un limón o limón sutil y varios cubitos de hielo. Mezclar con cuchara larga y servir.
Versión 2
2 litros de vino tinto, gajos de 3 naranjas (más las pieles-cáscaras en espiral), el jugo de 2 naranjas, 4 cucharadas de azúcar y una de canela en polvo. Sirva bien fría y con unos hielitos en los vasos.
Versión 3 - Norte Argentino
Lavar bien 2 limones y cortarlos (con piel) en rodajas finas. Colocarlos en el fondo de una jarra junto con 2 o 3 cucharadas de azúcar. Con la ayuda de una cuchara de madera presione las limones para extraerles el jugo y mezclarlos con el azúcar. Aquí tiene dos opciones incorporar un litro de vino tinto o, lo que se está haciendo cada vez más popular, reemplazarlo por un vino blanco frutado. Mezclar y llevar a frío. Servir en vasos con 2 o 3 cubitos de hielo.
Clericó
Pelar y quitar las semillas a un durazno (melocotón) blanco, una pera y 2 o 3 damascos (albaricoques). Cortarlos en láminas o cascos (gajos). Agregar una botella de vino blanco bien frío (puede usar chardonnay, torrontés, viognier o sauvignon blanc). Completar con varios cubos de hielo. Mezclar con cuchara larga y servir en vasos. ¿Otra opción? Pruebe el clericó con un vino rosado bien fresquito.
Fuente AbraSados
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